Tamsaianka es un tejido sonoro entre las músicas indígenas colombianas, sonidos de Asia, la improvisación y las músicas contemporáneas. Este encuentro intercultural genera una experiencia emotiva que transita por estados introspectivos y festivos. Carlos Gómez Montoya interpreta flautas indígenas latinoamericanas, flautas asiáticas, la flauta traversa clásica europea, el saxofón y el metalófono. Jenny León Ochoa interpreta el piano, la melódica y el metalófono. En algunos momentos del concierto se realizan danzas.
Desde su conformación en el 2016, el dueto se ha presentado en diferentes escenarios de Colombia, Brasil, Panamá, México, República Dominicana, Canadá, España, Austria, Alemania, Dinamarca, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Grecia y Turquía y ha publicado los trabajos discográficos Reflexiones de una selva frente al mar (2017), La pirámide de la laguna (2019), Danzando en la eternidad (2022) y Corazón de tierra (2024).
La sabiduría indígena enseña que con canto y danza cuidamos la vida. Con música conservamos y recuperamos el equilibrio del entramado vital del cuál somos parte. Constantemente recibimos agua, aire, tierra, fuego y todo lo que surge de estos elementos. A cambio, ofrendamos con sonidos que nacen del espíritu y alimentan al mismo.
Dentro del territorio colombiano, los indígenas Muiscas del altiplano cundiboyacense llaman Tamsa a la ofrenda; los indígenas Wiwa de la Sierra Nevada de Santa Marta llaman Maianka a la música. Recogiendo el consejo de estos dos pueblos que nutren la vida, este grupo llama Tamsaianka a su ofrenda compuesta por Sonidos Ancestrales y Contemporáneos.
Movido por la intuición, en el año 2003, Carlos Gómez Montoya realizó su primer viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta para encontrarse con la comunidad indígena Wiwa. Fue un encuentro que mostró un nuevo camino para su vida personal y artística. Después de esta primera experiencia han venido muchos otros viajes que han fortalecido su relación con ese territorio, con su gente, con su cultura, con su música y con su espíritu. Esta relación con el mundo ancestral se vio reforzada con su encuentro con la comunidad muisca de Ráquira, Boyacá, en el año 2007.